miércoles, 25 de enero de 2012

Fumar un cigarro proporciona una dosis de ausencia. Parece que no nos percatamos de lo que sucede cuando llevas el pitillo a la boca y aspiras, precisamente se omite y tapona el presente con su cualidad irruptiva. Se da en la combustión de cada cigarro un intento de prenderse fuego, introducir la llama en el interior para que al fin propague un incendio existencial... vanas intenciones, no logramos arder.  

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