miércoles, 26 de octubre de 2011

Y sin registro... en esta ausencia que no llega a ser frustrante pese a la intención de constancia. Estar aquí ahora con ánimo de hablar de lo sucedido, y sabiendo que no se trata de eso, no se trata de lo que pasó ayer o antes de ayer. Mamo ausencia cada día, un buen rato, una dosis intensa... una saturación oral... como todos, o casi todos. Los rostros en la calle claman ausencia y neurosis, la ciudad abierta al infierno, los ojos reclamando amor ante tanta carencia. A alguien se le cayeron unas botellas de cerveza en el supermercado, estallando sobre el suelo y salpicando a un hombre trajeado muy digno que contemplaba el estante de vinos caros. El causante del desastre pidió disculpas al hombre trajeado flexionando las rodillas. 

lunes, 17 de octubre de 2011

El deseo de levantarse antes, de llegar antes, de recibir la llamada antes, de encontrarme con tal persona antes, de salir antes... Ya en el sueño de hoy, me debían servir antes en dos ocasiones, los camareros tardaban y yo me marchaba.

Cada día me encuentro con personas que conozco sin haberlo previsto. Anoto cada día el nombre de esas personas y pienso que de alguna manera es importante el encuentro, que de alguna manera debíamos encontrarnos en ese momento. Procuro saludarlas siempre primero, antes.

domingo, 16 de octubre de 2011

Flujo de personas entre los vistosos puestos del Rastro. Algunas de ellas no están allí... son a ellas a las que miro. Caminan sin noción sobre el arte de caminar, respiran sin ánimo de cultivar el arte de respirar. No las detesto por ello, yo estoy fuera, practicando el arte de contemplar.

Me encontré ayer con el odio y el rencor tras las gafas de un viejo amigo, le pedí que me matara, me dijo que yo estaba en la luna, y le interrumpí antes de finalizar la siguiente frase "Tú lo que tienes que hacer es...". Me pidió que me ausentará y yo quería estar presente. Pienso que no me odia a mí, que en realidad odia el abandono. Hubo un día en el que decidí no volver a presentarme y mi ausencia alimentó a sus demonios. Ahora quiere mi dirección para enviarme por correo unas cintas de audio de La guerra de los mundos que hace años le deje prestadas.
Viaja a través del tiempo el sentimiento no expresado, acorazado, defendido por la mentira que levanta un templo en la boca, y construyendo a través del cuerpo un presente extraño, enrarecido por la incomprensión de tus involuntarios gestos.