sábado, 12 de noviembre de 2011

Se ausenta lo nombrado en el instante que se pronuncia, los poetas japoneses lo saben muy bien.

El oscuro final llega cuando el personaje sombrío apoyado en la ventana y mirando al público por primera vez, intenta pronunciar alguna palabra que nunca adquiere forma. Atrás se quedaron cincuenta minutos de mutismo, de cuerpos entregados a una inercia confabulada por los ingenieros del vértigo. 

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