viernes, 9 de diciembre de 2011

Escuchar a alguien, a quien sea, implica en ocasiones mucho esfuerzo y concentración... mucho vacío. Y no lo digo porque los contenidos del hablante sean densos, contradictorios o de envergadura intelectual. Puede que el hablante diga: "tengo que hablar con Pedro para concretar" o "estoy nerviosa por lo que viene".  Todo texto emitido a través de la boca recorre previamente alguna parte del cuerpo, y sólo en raras ocasiones ha circulado por todo el organismo. ¿Quién habla entonces? ¿De qué rincón del cuerpo proceden esos textos? y...
¿En qué lugar de mi cuerpo reposan tus palabras?

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